viernes, 18 de mayo de 2018



DESPRECIO O MUERTE AL DELATOR, EXPERIENCIAS DE UN EXECUTIVE COACH


Algunas veces todos hemos delatado algo o a alguien y las consecuencias han sido contratarías a lo que esperábamos. Ya de pequeño si revelabas algo a la autoridad los calificativos solían ser tremendos: chivato, acusica, soplón etc… y te marcaban de tal manera que la mayoría de los niños preferían callarse antes que denunciar cualquier situación y ser castigados por profesores y machacado por los denunciados. Pienso que esa actitud social ha marcado a alguna que otra generación. Creo que hoy en día con el tema de los abusos en los colegios no ha cambiado mucho, lo que suele hacer que nuestra actitud ante estas situaciones sea más bien pasiva.

Socialmente y organizacionalmente pasa lo mismo: delatar esta mal visto, aunque lo que delates afecte al buen funcionamiento de la organización. Los delatores son despreciados no solo porque se oponen a sus organizaciones, sino porque centran su atención en la verdad, a menudo incómoda, de los problemas que enfrentan las mismas.

Por mi parte lo he vivido repetidamente a lo largo de mi vida, mi manera de ser me ha llevado muchas veces a poner encima de la mesa muchas asuntos que podían revelar problemas en la organización, pero debo decir que no me arrepiento de ninguna.

Pero vamos a profundizar en las consecuencias del delator con un ejemplo de mi práctica en coaching y posteriormente, tratar de entender psicológicamente los mecanismos emocionales que se mueven alrededor de esta figura, para terminar viendo las consecuencias de delatar o de no hacerlo.

Recuerdo un caso curioso con un cliente, en el que después de conseguir romper sus defensas por medio de técnicas proyectivas, en este caso dibujo e historias, me contó que estaba en una situación critica. Era Director General para España de una multinacional y el Presidente para Europa le hizo maquillar los resultados para no descubrir las perdidas que tenía la compañía. Ante el temor, miedo o no querer ser despedido, el año anterior, antes del inicio del proceso de coaching, decidió “seguirle el juego” al Presidente. Esa decisión le llevo a sufrir un infarto y actualmente sufría muchas crisis de ansiedad. 

En los días siguientes a esa sesión de nuevo tenía la presentación de las cuentas anuales de todo el grupo. El Presidente le ordenó de nuevo maquillar las cuentas. En la sesión de coaching, analizamos y pensamos mucho sobre esa situación, vimos riesgos y consecuencias, pero sin centrarnos en que decisión iba a tomar, para mi no es objeto del coaching, creo que debe ser el cliente el que libremente tome sus decisiones, que le salgan de dentro. La próxima sesión de coaching ya sería posterior a la presentación, a nivel internacional, de las cuentas y me quedé con la duda de que sería capaz de hacer.

Curiosamente en la siguiente sesión llegó aliviado y traía otro aspecto. Me comentó que a pesar de lo que su jefe le había ordenado, presentó los resultados reales de su división. Lo más llamativo de los hechos es que esa misma noche, después de su presentación, al que le dio un infarto fue al jefe.

Nunca nadie le agradeció nada y fue poquito a poco apartado de la organización hasta que él decidió irse, pero a partir de ese momento sus crisis de ansiedad desaparecieron y su liderazgo se hizo más solido.

Los delatores se suelen convertir en chivos expiatorios y la pregunta que surge es ¿Por qué?

Para algunos, la respuesta puede parecer obvia: al establecerse 'en oposición' a la organización, los delatores constituyen una amenaza sustancial y no gustan, hasta se odian, porque representan al 'otro' que parece oponerse a sus colegas y la organización.

Un colega Inglés, Mark Stein, Director del Leadership and Management School of Business de la Universidad de Leicester, cree que puede ser una respuesta muy simple. Dice que contrariamente a la opinión anterior, además de representar al "otro", piensa que los delatores también pueden representar inconscientemente la parte buena perdida del "yo" de los otros miembros de la organización, el yo que es capaz de conocer y enfrentar la verdad, y que esto intensifica el odio hacia ellos.

Por lo tanto, sostiene que hay un sentido profundamente problemático en el que el delator puede recordar inconscientemente a los demás por qué están allí, su propio propósito o función, su razón para estar en la organización y el imperativo ético de su trabajo. Este recordatorio a los miembros de la organización de lo que han perdido tiene una gran carga emocional porque alude a una sensación de fracaso, que han perdido el contacto con la verdad de los problemas de la organización, y que ellos también han fallado, o al menos coludido con las dificultades o faltas de otros.

Entendido de esta manera, los denunciantes inconscientemente, en nombre de la organización, representan la función de honestidad, integridad y sinceridad, de preguntar por qué las cosas suceden de ese modo, de conocer y enfrentar la verdad, y así representar estos aspectos de los miembros de la organización que se han perdido y no pueden recuperar. Añadido a todo eso, se puede sentir que el denunciante asumió la función y el trabajo real de los miembros de la organización, concentrándose en la tarea de la organización, profundizando así en el conflicto.

Los problemas planteados por el delator pueden forzar a los miembros de la organización a vislumbrar conflictos serios dentro de la misma y su colusión con ella, y esto evoca profunda vergüenza y culpa en ellos. Estos sentimientos son inmanejables y, en defensa contra la ansiedad que genera, los miembros de la organización los transforman en un ataque a la verdad y en ataques furiosos y vengativos contra el denunciante.

Por lo tanto, los miembros de la organización culpan y localizan el problema, en la puerta del delator, culpando efectivamente al mensajero, precisamente porque la ofensa del denunciante ha sido enfocar al yo perdido y su fracaso. El otro, en este caso el denunciante, como dice la psicoanalista Margot Waddell, "se convierte en el depósito de sentimientos que no pueden ser reconocidos como parte del yo", y por lo tanto es el chivo expiatorio y "culpado o castigado por los pecados de los demás".

Para tomar prestado de Wilfred Bion, dice Stein: para el culpable la única desgracia es ser la persona que ha dicho la verdad. El yo bueno perdido que el denunciante representa necesariamente se transforma en algo malvado y maligno, y por lo tanto, se emplea mucha energía para deshacerse de esta persona y sus ideas.


Podemos concluir que si nos queremos aventurar a delatar situaciones éticas, perversas o  manipulativas, que van en contra del propósito de la organización, debemos tener una capacidad muy alta de resiliencia, visto que las consecuencias pueden ser ataques de desprecio, odio… que seguramente llevaran al despido, al aislamiento o a que te vayas, pero al menos vivirás tranquilo contigo mismo y la mayoría de las veces le harás un favor a la organización. Otra opción y la más utilizada, es mirar hacía otro lado, generarse unas buenas defensas para reprimir lo que sabes, pero si decidimos callarnos y tragar, tenemos que pensar que si nos afecta muy directamente en nuestro rol, el impacto emocional es tan fuerte que es muy difícil sostener la integridad y procesar todos esos sentimientos internos, por lo que corres el riesgo de una somatización como podemos ver en el ejemplo que presento, y una somatización, desgraciadamente, algunas veces es irreversible, además eres “consentidor” del desarrollo de la corrupción del sistema.

Por lo que a cada uno de saber de que lado se posiciona ante este tipo de situaciones teniendo en cuanta las posibles repercusiones.



Agradecimiento al articulo del Professor Mark Stein “Whistleblower as lost good self" 

martes, 8 de mayo de 2018




¿COMUNICO, DIVULGO O SOLO LO HAGO PARA VENDERME Y GENERAR ADMIRACIÓN?

Creo que el mercado de la formación en habilidades directivas, coaching, mentoring, marca personal etc… siempre ha sido algo complejo y enrevesado. Hoy en día abundan las charlas motivacionales, los shows business de las conferencias y la divulgación en las redes sociales y la pregunta que me surge es la siguiente: ¿son realmente útiles?¿pueden confundir al mercado?.


Como diría el Maestro Sabina, que no te compren por menos de nada.
Muchos de los comunicadores se quedan en la superficialidad con un mensaje que produce admiración por parte de la audiencia, pero suscitan reflexiones pasivas que no generan ningún cambio. Comunican lo que hay que hacer, de que manera, dándote las X claves del éxito. La audiencia lo admira y se queda pegada a un discurso vacío de contenido por ser excesivamente racional y directivo que no permite vencer las limitaciones personales, visto que estás son más irracionales.

El formato más curioso es el de comentar tu superación personal, tus grandes logros, convertirte en ejemplo social: fui tímido y lo he superado, superé mi dislexia, puse foco para conseguir todo lo que me plantee, y claro, si ellos lo han conseguido, tu no vas a ser menos, vamos, el clásico mensaje, si yo pude tu puedes. Y todo el mundo quiere hacer lo mismo y piensa que puede hacer lo mismo y muchos terminan con una frustración tremenda, de charla en charla por si surge el gurú que le trasmita la forma de ser exitoso.

En las redes esto ha llevado a la imitación, escriben "Posts" en Facebook, columna semanal en un blog para decir que tengo algo que decir, busco que los demás lo reenvíen y vamos generando un grupo de lideres y seguidores unidos por el reenviar y el escribir mucho, con grandes halagos a lo ajeno, aún sin leerlo, para que halaguen mi halago o con la esperanza de que un día halaguen mi comunicación. Lo importante es el “like” y el halago. Y cuanto mas digo que hago más posibilidades tengo y vivo en la ilusión de que me halaguen y si no con 30 likes mi autoestima delante de la pantalla me genera un orgasmo virtual. Aunque el 80% de lo que hago no lo cobre, lo hago para poder decir que hago, soy mi propia ONG particular con la esperanza de ser algún día emprendedor, me encanta la autoexplotación.

Un día escuché a alguien decirle a otro: hablas mucho pero dices muy poco. Pues en este momento creo que hay mucha gente que cuelga muchas cosas en las redes y dice más bien poco. Hemos pasado a un mundo de comunicación con poco contenido, muy superficial, en donde lo importante es estar. Relleno de frases famosas para dar la clave del éxito, del crecimiento, de la humildad, de la manera de dejar de ser un cualquiera etc.. Detrás de muchos esta una vida vacía, de rellenar carencias, de mucha acción pero de poca plenitud o su plenitud es que lo admiren pero no genera una propuesta real de valor.

Que no te dejen personalmente marcado.
Después te encuentras a los clientes, con los cuales trabajas su realidad cotidiana, tratando de analizar su experiencia, entenderla y ayudarles a pensar en como pueden gestionar esos dilemas, retos o adversidades del aquí y ahora. Te hablan de libros de autoayuda que les han recomendado, son seguidores en twiter de gente relevante, de lecturas de blogs que dan las claves y ahora la nueva moda, videos maravillosos que te explican todo, algunos patéticos pero alimentados con que bien lo haces, estoy de acuerdo, que guapo, que bien sales, me encanta como hablas, estas guapísima soy tu seguidora incondicional.

Cuando preguntas que han aprendido y que les ayuda de todo eso, se quedan bloqueados, cuando te hablan de sus experiencias con estos profesionales, te quedas impresionado.

Y la pregunta es: ¿qué estamos haciendo mal? Pues sinceramente creo que la moda banaliza las autenticas necesidades de desarrollo de las personas, que estamos en la era de un Marketing Digital que se guía más por lo estético que por lo ético, que se compra publicidad para atraer más seguidores y que lo importante es cuantos K de seguidores tengo en mi red y a ver si se convierten en futuros clientes o me llevan al éxito, creo que estamos en una burbuja de engaño que nos lleva al autoengaño, en donde vamos a charlas a coger notas para contarlo después.

Realmente pienso que es más útil generar espacios de reflexión responsable en un proceso de al menos media distancia. Espacios en los que se hable sinceramente de lo que me ocurre, que necesito y como me puedes ayudar a pensar en ello. Aprender de experiencias formativas que permitan sentir en vivo y en directo lo que puedo hacer mejor, que me digan desde espacios de sinceridad compartida que impacta de lo que hago o digo y como me abre la mente para poder pensar en como lo puedo gestionar. Pero desde una experiencia real y no desde las 10 claves para ser un infeliz.

Discrimina y busca lo que realmente te ayuda, más que lo que te autoayuda. Aprende en la relación de experiencia con los otros, no de la experiencia que te cuentan los otros, eso si la tienen, porque muchos que me digan de lo que hablan y te diré de lo que carecen. Sin la reflexión de la relación experiencial y presencial con los otros solo existe el me gusta, si eliminas o te eliminan por no estar de acuerdo, y, si no generas reflexión estas abocado a solo conocer las 10 claves del otro, pero nunca encontraras las claves tuyas. Vive experiencias, corre riesgos y busca espacios de reflexión responsable y compartida, es más emocionante y productivo  que emocionarte con cuentos ajenos.


Es la forma de llegar al bienestar contigo mismo, el camino hacía la integridad aunque como dice el Maestro Sabina, que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.